lunes, 21 de diciembre de 2015

Hace 55 años, Raúl presidió la graduación de batallones de milicias campesinas en Moa


Mucho parque en el fusil y en el cerebro

La tarde del 20 de diciembre de 1960, el holguinero poblado de Moa fue sede de la graduación de varios batallones de milicias campesinas




Ante las constantes amenazas del Go­bier­no de Eisenhower y los planes de invasión, en cada rincón de Cuba, el pueblo cubano se preparaba para enfrentar y vencer al invasor. En todo el país, se entrenaban y armaban obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales. Hombres y mujeres decididos a defender la Patria. Pues, tal como dijera Fidel Castro en la graduación de 1 500 milicianos en la Base de San Julián, Pinar del Río, el 21 de agosto de 1960:

“[…] quienes intenten destruir la Revo­lución Cubana, quienes pretendan volver a implantar en nuestra patria el pasado de injusticias y de abusos, quienes pretendan implantar de nuevo en nuestra tierra los privilegios abolidos o quienes pretendan sustituir nuestra bandera de la estrella solitaria por una bandera extranjera, esos tendrán que combatir no solamente contra nuestro pueblo en las ciudades y en los campos, sino que nuestro pueblo nunca se daría por vencido y que, por poderosas que fuesen las fuerzas enemigas de la Revolución, en nuestra patria habría lucha mientras quedara un solo cubano con un fusil en la mano”.1

En sus palabras, también expuso que ya son miles y miles de milicianos los que están constantemente en instrucción. Además precisó que “esa escuela de San Julián se había fun­dado con los campesinos del Segundo Frente ‘Frank País’; ellos regresan a sus tierras; nuevos contingentes marcharán hacia los distintos campamentos que hemos organizado”. 2
 

UN ACTO EXCEPCIONAL CON POETAS DEL PUEBLO

Como parte de esa concepción defensiva para todo el país planteada por el Comandante en Jefe, la tarde del 20 de diciembre de 1960, el holguinero poblado de Moa fue sede de la graduación de varios batallones de milicias campesinas.

El entonces comandante Raúl Castro Ruz, ministro de las Fuerzas Armadas Revolu­cio­narias, presidió el magno acto. En una improvisada tribuna, levantada en la explanada del Cuartel de las Milicias, le acompañaban los poetas Pablo Neruda, Manuel Navarro Luna y Raúl Ferrer, junto a Vilma Espín, el comandante Calixto García y otros dirigentes revolucionarios.

A pesar de la lluvia pertinaz, con paso marcial desfilaron los batallones de milicias de Baracoa, Moa, Sagua de Tánamo y otras zo­nas montañosas de la región oriental. Tras ha­ber recibido un riguroso entrenamiento, los campesinos de las serranías del Segundo Fren­te Oriental Frank País, estaban listos para enfrentar cualquier agresión. Ellos formaban parte de la defensa armada de la Revolución, ante quienes estaban proclamando que invadirían nuestra isla.

Al concluir el desfile de los graduados, los poetas presentes declamaron varios de sus poemas.

El manzanillero Manuel Navarro Luna, recitó: La Madre, Fidel, Fidel y Patria o Muerte; Raúl Ferrer, el extraordinario poeta y maestro, las décimas La Guayabera; y el chileno Pablo Neruda, con su peculiar entonación, leyó los poemas A Cuba, Fidel Castro y otros de su libro Canción de gesta, que recién acababa de publicar la Imprenta Nacional de Cuba.

Los poemas declamados por sus autores, conmovieron a todos. El propio Pablo Ne­ruda, al finalizar el acto de graduación, declaró a los periodistas: “Es muy emocionante observar es­te desfile de milicias. Es un ejército popular de clase. Si en toda la América hubiera milicias como estas, ya se hubieran acabado el imperialismo yanqui, los regímenes feudales y la ex­plotación de los pueblos. En nuestra América los ejércitos se dedican a oprimir a los pueblos, a ametrallar a los pueblos. Este acto de hoy tiene una gran significación”.3

Por su parte, Raúl Castro, al resumir la ceremonia, comenzó sus palabras expresando que este era “un acto excepcional al que habían venido poetas del pueblo, pero que eso no era extraño en nuestro proceso revolucionario”.4

EL RECUERDO DE PEDRO SOTO ALBA


Raúl rememoró cómo las Minas de Moa ha­bían pasado del imperialismo yanqui a manos del pueblo cubano y se refirió a los es­fuerzos del Gobierno Revolucionario para de­sarrollar sus riquezas.

Más adelante agregó: “No los felicito ahora. Ustedes realizarán más tarde hazañas por las cuales sí habrá que felicitarlos. Tenemos que felicitar a los que a pesar de la inclemencia del tiempo han venido hoy aquí a darle brillantez y matiz revolucionario a este acto”.5

Luego, Raúl recordó las acciones llevadas a cabo en el Segundo Frente Oriental durante la lucha insurreccional. Especialmente, destacó el secuestro de los 50 norteamericanos en junio de 1958: “Lo hicimos para que vieran los niños muertos por las bombas y la metralla que mandaba el gobierno de su país al tirano Batista”.6

Al hablar de Pedro Soto Alba —expedicionario del Granma y fundador del Segundo Frente, quien cayera combatiendo el 26 de junio de 1958 en la toma del cuartel y el pueblo de Moa— Raúl, emocionado, expresó: “A raíz de su muerte juramos recuperar esta tierra para la patria. Ello se ha cumplido y hoy este rincón lleva el nombre de ese mártir”.7

En la voz conmovida de Raúl, el recuerdo de aquel joven revolucionario —ascendido póstumamente a Comandante—, aumentó la emoción de los presentes, pues se habían hecho realidad las palabras pronunciadas dos años y medio atrás.

ESTAR UNIDOS PARA SER FUERTES

Después de anunciar que “nos veremos aquí más de una vez”, Raúl expresó con énfasis: “hay que tener mucho parque en el fusil y en el cerebro […] Logramos rescatar la maldita subordinación mental a que nos tenían so­metidos cuando falseaban los hechos, la ver­dad histórica. En Cuba teníamos antes que todo que rescatar la fe. Parecía difícil pero se ha logrado. 

En la lucha contra la tiranía hicimos rodar por tierra muchos mitos: que los hombres que trabajaban no eran aptos para dirigir, que no podíamos vencer a un ejército, que no podíamos vencer al imperialismo, que sin los norteamericanos nos moríamos de hambre. No podía­mos ser más pequeños para luchar contra ‘el norte brutal y revuelto que nos desprecia’, como dijera el Apóstol Martí y nos enfrentamos al imperialismo y lo estamos venciendo y mantenemos esta Revolución”.8

Casi al finalizar, ratificó:

“Cada árbol que se siembra, cada escuela que se haga, cada enemigo que se derrote, será una victoria de la Revolución. Para mantener esta Revolución hay que estar unidos para ser fuertes. Unidos estamos hace rato y hemos comprobado la fortaleza de la Revo­lución.

Para mantener esta revolución se necesita parque ideológico, para mantener esta re­volución hay que dar la batalla de la defensa, la batalla de la producción. Mantengamos esas consignas y veremos que somos indestructibles”.9

[1] Revolución, 22 de agosto de 1960, La Habana, p. 20.
[2] Ibídem
[3] Revolución, 21 de diciembre de 1960, La Habana, p. 8.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem
[7] Ibídem.
[8] Ibídem
[9] Ibídem.


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